Y en el espejo una mañana reconoció el viajero su secreto fantasma, se vio pómulo y sien, frente como una lápida de sí mismo. Se vio por fuera, se olvidó por dentro. Y comenzó a clasificarse según color y pelo.
Del lago Ypacaraí no solo nos quedan canciones. Aún hay poesía en estas aguas. Por fortuna y a pesar de todo, no se le ha ido el azul y en las tardecitas de verano nos regala este espectáculo de dorado y sombras.